A las siete de la tarde nos ponemos en marcha, y después de calentar 25 minutos por las cercanías del Escorial: para nada meditado, pero Óscar me ignora cuando le digo que el giro para empezar el puerto está a la izquierda. La verdad es que son unos kilómetros (entre ocho y nueve) que vienen bien, aunque yo cometo el único error de la tarde zampándome un Muesli que me acompaña toda la subida en la boca del estómago.
Por fin empezamos la subida, calcando el recorrido que hicieron en la cronoescalada de la Vuelta 2003, cuando Heras dominaba. Son 12,3 kilómetros con pendiente media del 5,7%.
Dicho así, no parece gran cosa, si lo comparamos con otros puertos, pero como se deduce del perfil Abantos es un puerto de cambios de ritmo, con partes llanas y de bajada combinadas con otras de extrema dureza.
La peor parte se produce en el inicio de la ascensión por las calles de San Lorenzo del Escorial, en especial la calle Cañada Nueva, donde se alcanzan porcentajes del 19% que obligan a subir de pie y muy echado hacia delante, si no se quiere perder inercia. Fotito de la callecita en cuestión:
Óscar se rinde y echa pie a tierra, yo sigo como puedo y por fin tengo premio, un giro a la izquierda en ligera bajada. Pero, todavía queda un tramo de subida hasta la entrada propia del puerto, al fondo en la foto siguiente:
El segundo tramo en dureza llega un kilómetro antes del Alto del Malagón (que a su vez se sitúa a algo menos de 2 kilómetros de la cima final). Se trata de un tramo con pendiente media del 10,5% y con rampas de hasta el 17%, con la dificultad añadida del mal estado del firme. A duras penas (hay tramos que el velocímetro marca 8 kph) y sintiéndome en Asturias por momentos (manada de vaquitas en mitad de la carretera) consigo llegar al Alto del Malagón.
Desde aquí, el resto de la subida es muy cómoda y relajada, ya que sabes que lo peor ha pasado. 12,3 kilómetros y 54 minutos después corono el Alto de Abantos, espero a Óscar 15 minutos pero no llega, así que tiro la foto de rigor...
...y me tiro al descenso, que si no perdemos el tren y no apetece, la verdad. El descenso es muy peligroso, los boquetes que era difícil evitar subiendo, evidentemente bajando lo son más. Una piedra del tamaño de un puño se me cuela entre la rueda y el cuadro y no sé como, evito un hostión que llevaba mi nombre.
Cuando llevo unos 3 kilómetros bajando veo a Óscar esperando, dice que está molido y hacemos el resto del descenso juntos. Ya no habrá más sustos. Volvemos a San Lorenzo sin mayor novedad.
Después, una vez en Madrid me bajo en Nuevos Ministerios y tiro hasta mi casa en bici. Todo esto a las 22,30h y bajando a más de 50kph sin casi coches por la Castellana. Casi disfruto más esto que el "puertito" del día.
Este Jueves más, toca Navacerrada, aunque no la Bola del Mundo, que el estado de forma ya no es el mismo que hace un mes.