Mañana perfecta para correr. Cubierto, con algo de niebla pero sin llover y lo más importante: sin frío. Pistoletazo de salida y empiezo (casi sin pensarlo) con un primer kilómetro en 3'24''. No me pongo nervioso, pero a partir de ese momento saco la versión conservadora y me pongo a rodar en torno a ritmos de 3'40'' el mil, pensando en que quizás la preparación no me llegaba para hacer un 10k al nivel de los 5k de Torrejón.
El paso por meta - cinco primeros kilómetros - es muy bueno (18'07'') pero aún mejor es la sensación de seguir corriendo fácil. La segunda vuelta se me pasa volando, siempre con la vista puesta en un grupo de tres corredores que debían sacarme unos 20'' al paso por el kilómetro 6 y que conseguiré adelantar justo al paso por el noveno kilómetro. Todo sale a pedir de boca y consigo terminar en un tiempo de 36'15'', mi mejor registro en 2011 y consiguiendo realizar toda la carrera a un ritmo constante.
El tiempo es lo de menos, lo mejor son las sensaciones en un punto de la temporada en que apenas he trabajado la carrera a pie. Por poner un pero a esta carrera, mi lamentable sprint final (por llamarlo de alguna forma) en el que me he visto superado por los tres corredores que tanto me había costado alcanzar. Esto acaba por confirmar lo que venía observando desde hace un par de años: mi conversión al lado oscuro del fondo. Ese en el que los ritmos se mantienen bien, pero los cambios te matan. ¿Serán los años?
Unas fotos de ese "sprint". No son mis mejores fotos, lo sé...