Venía de competir muy bien en Zumaia (sin prácticamente entrenamiento), de disfrutar mucho en Elche (distancia super-sprint) pero aquí sabía que era otra historia.
Por tanto, por mucho que intentase guardar tanto nadando como pedaleando, al bajarme a correr noté enseguida que no iba ser mi día, no iba a ser Donosti.
No me apetece explayarme mucho en esta crónica, empecé el triatlón como no debe hacerse: poniéndome el neopreno a la carrera, sudando como un pollo y plantándome en la línea de salida de la Playa de la Misericordia apenas un par de minutos antes de que dieran el bocinazo (y gracias a un retraso en la prueba, si no ni siquiera hubiese llegado).
Con este panorama empiezo a nadar y tras esos primeros metros que siempre hay hostias por doquier, me centro en mi natación que, para no faltar a la tradición en los triatlones olímpicos, vuelve a ser un sector muy sólido pese a que solo había completado un par de entrenos largos en la pileta (ese hombro todavía protestón...). Sin duda la tónica común en los 4 triatlones olímpicos completados es lo bien que he nadado... curioso cuanto menos.
La bici es muy floja... no voy a utilizar eufemismos, es una puta mierda. Desde el principio no tengo nada de fuerza y si te tiras 35k así (menos mal que al final no fueron 40k) pues ya bajarte a correr es un carnaval.
La carrera a pie el cerebro manda señales claras: "pasarla y listo", sé que no voy a hacer una buena prueba así que me centro en hacerlo dignamente al menos. Creo que consigo minimizar el daño con una última vuelta (eran 4 de 2500m) algo más alegre para completar en 44'. La buena noticia, pues que con un pajarón similar encima en Castellón 2012 me fui casi a 48'... el que no se consuela...
Al final, lo doy por un entrenamiento de la hostia, he sufrido mucho. Tanto, que calculo que en el paseo marítimo de la Misericordia me habré dejado un par de kilos, así de generoso soy, de gratis para los malagueños. Pensando en lo que viene... Mi parte optimista me obliga a decir: ¡La semana que viene Gijón!
Y esta vez con el apellido adecuado: Sprint.
Con este panorama empiezo a nadar y tras esos primeros metros que siempre hay hostias por doquier, me centro en mi natación que, para no faltar a la tradición en los triatlones olímpicos, vuelve a ser un sector muy sólido pese a que solo había completado un par de entrenos largos en la pileta (ese hombro todavía protestón...). Sin duda la tónica común en los 4 triatlones olímpicos completados es lo bien que he nadado... curioso cuanto menos.
La bici es muy floja... no voy a utilizar eufemismos, es una puta mierda. Desde el principio no tengo nada de fuerza y si te tiras 35k así (menos mal que al final no fueron 40k) pues ya bajarte a correr es un carnaval.
La carrera a pie el cerebro manda señales claras: "pasarla y listo", sé que no voy a hacer una buena prueba así que me centro en hacerlo dignamente al menos. Creo que consigo minimizar el daño con una última vuelta (eran 4 de 2500m) algo más alegre para completar en 44'. La buena noticia, pues que con un pajarón similar encima en Castellón 2012 me fui casi a 48'... el que no se consuela...
Al final, lo doy por un entrenamiento de la hostia, he sufrido mucho. Tanto, que calculo que en el paseo marítimo de la Misericordia me habré dejado un par de kilos, así de generoso soy, de gratis para los malagueños. Pensando en lo que viene... Mi parte optimista me obliga a decir: ¡La semana que viene Gijón!
Y esta vez con el apellido adecuado: Sprint.