miércoles, 27 de enero de 2016

Triatlón por Equipos Valladolid



Tras el gran sabor de boca que me había dejado Barcelona, con un resultado y unas sensaciones infinitamente mejores a los esperados, me volví a aventurar en otro triatlón por equipos. Por primera vez repetía en este formato dentro de la misma temporada y además repetíamos equipo con respecto a Marina d’Or: Garrido, Moral, Sanz, Pascual, Núñez y Tarno de nuevo ante un triatlón en distancia Sprint.

 

El triatlón se celebraba dos semanas después de Barcelona, así que por desgracia fueron dos semanas más sin entrenar debido al ajetreo profesional, a lo que había que sumar que tras Barcelona estuve una semana bastante jodido. A pesar de ello nada me hacía pensar que, por primera vez en un triatlón por equipos, no solo no iba a poder ayudar a mis compañeros tanto en la bici como en la carrera a pie, si no que iba a tener verdaderos problemas para soportar el ritmo impuesto corriendo.

El triatlón empezó ya mal en el agua, donde tengo muy muy muy, pero muy malas sensaciones. Paso el trago porque el ritmo no es exigente, pero la natación suele ser un sector que marca mucho mi desempeño en la prueba... cuando salgo así del agua, nunca suelo hacer las cosas bien después. Además, a diferencia de Marina d’Or donde hicimos un sector perfecto – dentro de nuestras capacidades – aquí las cosas salen bastante peor, no nos coordinamos tan bien y a Núñez le lanzan constantemente contra Pascu o contra mí, que vamos abiertos en los laterales lo cual provoca constantes parones y acelerones.

 

Salimos a la bici, que siempre es nuestro mejor sector pues es en el que el nivel de los seis está más parejo. Aquí al principio parece que me encuentro mejor, pero es tan sólo un espejismo. En cuanto me toca dar un relevo fuerte las piernas protestan mucho y la sensación es muy mala, no voy nada cómodo así que decido que mis relevos sean más dispersos y en ningún caso con la fuerza que suelo hacerlos. En conjunto la bici tampoco salió bien. Jorge fue a su rollo, Pascu tampoco andaba muy fino y a Antonio le sigue costando horrores coger ritmo después de nadar. No estaba siendo nuestro mejor triatlón, y yo no lo estaba disfrutando.

La carrera a pie fue la corroboración de que no era mi día para nada. Desde el momento que pongo pie a tierra y cuando aún tengo la bicicleta en la mano me vienen los síntomas de debilidad que llevaré durante los 5k de carrera a pie. Intento reponerme y al principio no voy tan mal porque nuestro ritmo – incluso cuando Pascu se ha retirado – es bajo. Esta transitoria sensación de comodidad se esfuma cuando intento empujar a Jorgito un par de veces... ahí el esfuerzo es demasiado grande. A partir de ese momento dejo esa tarea a Fran que va bastante más sobrado que yo y me retiro a la parte trasera para pasar lo que queda con el menor sufrimiento posible. No llegué a sufrir en ningún momento, pero tampoco tenía energía extra, digamos que iba exactamente al ritmo que habría escogido si hubiese tenido que correr solo.

Al final la carrera no sale tan mal desde el punto de vista de los tiempos, aunque mi sensación subjetiva es que funcionamos bastante peor como bloque que en otras ocasiones. A nivel particular me encontré flojo, bien es cierto que si no hubiese querido asumir labores de equipo – tirar en la bici, empujar corriendo – lo hubiese pasado bastante más sobrado. Baste ver mi aspecto justo al término de la carrera para que todo lo que he escrito en esta crónica cobre vida.

 

Justo la semana anterior a este triatlón mi vida profesional dio un giro de – no diremos 180 -  135 grados con cambio laboral. Esta situación me permitió a partir del mes de Agosto volver a entrenar con cierta frecuencia, lo que me hizo ilusionarme y no tardé mucho en apuntarme a un triatlón en Alba de Tormes, pero eso ya es otra historia...