Tras el gran sabor de boca que me había dejado Barcelona,
con un resultado y unas sensaciones infinitamente mejores a los esperados, me
volví a aventurar en otro triatlón por equipos. Por primera vez repetía en este
formato dentro de la misma temporada y además repetíamos equipo con respecto a
Marina d’Or: Garrido, Moral, Sanz, Pascual, Núñez y Tarno de nuevo ante un
triatlón en distancia Sprint.
El triatlón se celebraba dos semanas después de Barcelona,
así que por desgracia fueron dos semanas más sin entrenar debido al ajetreo
profesional, a lo que había que sumar que tras Barcelona estuve una semana
bastante jodido. A pesar de ello nada me hacía pensar que, por primera vez en
un triatlón por equipos, no solo no iba a poder ayudar a mis compañeros tanto en
la bici como en la carrera a pie, si no que iba a tener verdaderos problemas
para soportar el ritmo impuesto corriendo.
El triatlón empezó ya mal en el agua, donde tengo muy muy
muy, pero muy malas sensaciones. Paso el trago porque el ritmo no es exigente,
pero la natación suele ser un sector que marca mucho mi desempeño en la
prueba... cuando salgo así del agua, nunca suelo hacer las cosas bien después.
Además, a diferencia de Marina d’Or donde hicimos un sector perfecto – dentro
de nuestras capacidades – aquí las cosas salen bastante peor, no nos
coordinamos tan bien y a Núñez le lanzan constantemente contra Pascu o contra
mí, que vamos abiertos en los laterales lo cual provoca constantes parones y
acelerones.
Salimos a la bici, que siempre es nuestro mejor sector pues
es en el que el nivel de los seis está más parejo. Aquí al principio parece que
me encuentro mejor, pero es tan sólo un espejismo. En cuanto me toca dar un
relevo fuerte las piernas protestan mucho y la sensación es muy mala, no voy
nada cómodo así que decido que mis relevos sean más dispersos y en ningún caso
con la fuerza que suelo hacerlos. En conjunto la bici tampoco salió bien. Jorge
fue a su rollo, Pascu tampoco andaba muy fino y a Antonio le sigue costando
horrores coger ritmo después de nadar. No estaba siendo nuestro mejor triatlón,
y yo no lo estaba disfrutando.
La carrera a pie fue la corroboración de que no era mi día
para nada. Desde el momento que pongo pie a tierra y cuando aún tengo la
bicicleta en la mano me vienen los síntomas de debilidad que llevaré durante
los 5k de carrera a pie. Intento reponerme y al principio no voy tan mal porque
nuestro ritmo – incluso cuando Pascu se ha retirado – es bajo. Esta transitoria
sensación de comodidad se esfuma cuando intento empujar a Jorgito un par de
veces... ahí el esfuerzo es demasiado grande. A partir de ese momento dejo esa
tarea a Fran que va bastante más sobrado que yo y me retiro a la parte trasera
para pasar lo que queda con el menor sufrimiento posible. No llegué a sufrir en
ningún momento, pero tampoco tenía energía extra, digamos que iba exactamente
al ritmo que habría escogido si hubiese tenido que correr solo.
Al final la carrera no sale tan mal desde el punto de vista
de los tiempos, aunque mi sensación subjetiva es que funcionamos bastante peor
como bloque que en otras ocasiones. A nivel particular me encontré flojo, bien
es cierto que si no hubiese querido asumir labores de equipo – tirar en la
bici, empujar corriendo – lo hubiese pasado bastante más sobrado. Baste ver mi
aspecto justo al término de la carrera para que todo lo que he escrito en esta
crónica cobre vida.
Justo la semana anterior a este triatlón mi vida profesional
dio un giro de – no diremos 180 - 135
grados con cambio laboral. Esta situación me permitió a partir del mes de
Agosto volver a entrenar con cierta frecuencia, lo que me hizo ilusionarme y no
tardé mucho en apuntarme a un triatlón en Alba de Tormes, pero eso ya es otra
historia...