miércoles, 4 de mayo de 2016

Triatlón de Alba de Tormes



Como había contado en mi anterior entrada, mi situación profesional cambió para muchísimo mejor a partir de finales del mes de Julio. Esto me hizo cambiar radicalmente mi plan de temporada de no hacer ningún triatlón en verano. El recuerdo del buen triatlón hecho en Barcelona a pesar del bajón en horas de dedicación me impulsó a apuntarme a un nuevo triatlón a finales del mes de Agosto, con la perspectiva de tener un mes para prepararlo y volver a sentirme triatleta.

El elegido fue el Triatlón de Alba de Tormes, localidad cercana al pueblo de Alejandra  y cuya inscripción me costó tan solo 10€, algo a reseñar en este mundo de precios inflados. Durante el mes de Agosto me dediqué a volver a entrenar, recuperando sobre todo la ilusión que había perdido por este deporte. No me maté a entrenar, ni me dediqué a pensar en tiempos ni ritmos, simplemente quería volver a hacer un triatlón con la sensación de estar compitiendo.

Así que allí nos plantamos el 29 de Agosto, en plena ola de calor y… se pone a llover mientras recogemos los dorsales, menos mal que el circuito de bici no tenía complicaciones. A diferencia de mis triatlones en 2014 donde me estudiaba al dedillo recorridos antes de salir, aquí no me quedo ni con dónde he dejado la bici. Caliento un poco en el agua del bastante caliente – pero a pesar de ello con neopreno hasta arriba – Río Tormes.

Con bastante retraso se da la salida, en medio de bastante confusión lo que hace que mucha gente salga – entre ellos yo – con una desventaja de 50 metros. Este no será el último indicador del caos organizativo que fue la prueba, aunque alguno dirá que por 10€, que más se puede pedir… En el agua no me siento cómodo desde el principio, bajo el ritmo a partir del giro de la boya (la mitad del recorrido de 750 metros) pensando que quizás he salido demasiado “revolucionado”. Salgo en unos 13’ pelaos del agua, lo cual no está nada mal, aunque mis sensaciones están lejos de ser buenas.


Cojo la bici después de una mala transición y el circuito se me atraganta desde el km.0. Mucho callejeo al principio y luego un sube-baja del que mis piernas no quieren saber nada. Lo paso sin más, pero ya mi cabeza está mal, demasiada diferencia entre mi vuelta al ruedo imaginada y la real.


Pero lo peor está aún por llegar, la carrera a pie es una encerrona, una carrera de montaña con unas cuestas demoniacas que me acaban de rematar. Ahora sí que la carrera se convierte en pura supervivencia y el único objetivo cruzar la meta. El calor se intensifica, lo cual para mí es como si en lugar de correr 5k tuviera que correr 10. Al final llego entre la confusión por la cuestionable colocación de la línea de meta, pero mis ganas de agua y sombra superan a las de protestar o quejarme.


Acabo en la fuente del pueblo con otros competidores dándome un baño, que sirve como analogía del baño de realidad que me acababa de dar en la carrera… Moraleja, mi nivel de 2014 está ahí, pero entrenando un mes no se puede pretender alcanzarlo.
Con esta prueba terminé la temporada 2014-15, que suponía un bajón más que evidente si la comparamos con la temporada 2013-14, pero tuve momentos (principalmente en Marina d’Or y Barcelona) que me permiten soñar con recuperar ese nivel si vuelvo a entrenar. 

¡Allá voy 2016!